miércoles, 11 de mayo de 2011

Disfrutar de la moto

Cuando tenía 16 años me empezaron a gustar las motos. Era una época en la que me dividía entre el amor a motocicletas japonesas deportivas, como la Suzuki Katana, las inglesas de "siempre", como las Norton y la reina de las carreteras: la Harley Davidson Electra Glide.

Las circunstancias económicas me hicieron adentrarme en el mundo de la moto cuando ya tenía trabajo y una edad cercana a la tan temida "crisis de los cuarenta".

Aproveché el momento en el que apareció la convalidación de carnets coche-moto para decidirme y comprar una pequeña motocicleta de 125 cm3. En la tienda me convencieron para que diera el paso a una cilindrada mayor y comenzar así mi periplo motero.

Dicho y hecho. Tuve que sacarme el carnet, pues no lo tenía y me compre una modesta Hyosung Aquila de 250 cm3 (el custom me salía del alma).





Poco tiempo después la moto cumplió su cometido. Empezó a tentarme el paso a una moto más grande (la Harley planeaba sobre mi cabeza, pero no me atrevía a comprarmela).


Fue el turno de una moto intermedia la Suzuki DL650 VStrom, con la que empecé a salir de la comarca para hacer viajes más largos. Fue la moto ideal para aprender un poquito más.

La Suzuki me sirvió para conocer a un grupo de gente maravillosa, con los que nos encontramos muy a gusto al salir a pasear.

Las custom eran mayoría en el grupo y el "gusanillo" comenzó a correr por mi interior. El cambio estaba cantado, en un principio me había decidido por una rutera maravillosa con la que pasar muchos días junto a Cris, la BMW R1200RT. Ya estaba todo decidido, las cuentas económicas realizadas, Cristina convencida, era cuestión de unos meses.

Pero pasé por delante de un grupo de Harleys y mi corazón se paralizó, tanto que Cristina fue la que me hizo despertar. "Si tanto te gusta una Harley, ve a por ella. Quizás mañana no puedas".

Un día nos bajamos al concesionario Harley a hablar sobre la posibilidad de comprar una Electra Glide, pensando que tardarían unos mese en traer la moto a España (no hubo manera de encontrar una matriculada en toda la Península). Pero el caso es que en 15 días estaba en mis manos, fue tal la sorpresa que nos quedamos colgados en el concesionario, pues la Suzuki se quedó allí.

Cuando recogía la Harley tenía mucho respeto, 400 kg que iban a todos los lados menos por donde yo quería.


Hoy en día la moto "pesa" menos. La velocidad media ha descendido y puedo perfectamente ver el paisaje a mi alrededor. Es otra forma de disfrutar de la moto. 

A quién piense que Harley es otro mundo le tengo que decir es así. Antes no se me ocurría salir sin un destino a la carretera, ahora da igual, cualquier destino es maravilloso, las carreteras aburridas se convierten en un gran escaparate de flora, paisajes y rincones pintorescos en los que parar y hacer más de una fotografía que inmortalice el momento.

Ya sabéis, si en alguna ocasión os encontráis con una Harley en la carretera tener en cuenta que no va a ningún sitio, simplemente disfruta de la moto.